
Fuente: InfoLibre
Los océanos son una de las fuentes de recursos más grandes y potencialmente más ricas que tenemos en el planeta. Sus recursos conocidos y su industria potencial actual es equivalente al 5% anual del PIB mundial y sin embargo se sabe que hay muchísimos más recursos que todavía no se han explorado, con un valor incalculable.
Además, es una fuente de trabajo y alimento para casi la mitad de la población mundial. Lo que implica que es un recurso estratégico fundamental en el plan de dominación mundial.
Poder controlar y explotar estos recursos de forma exclusiva y limitar su gestión bajo la excusa de su protección y salvaguarda, significa poner en unas pocas manos un poder muy grande. Manos que ya han demostrado en infinidad de veces que se mueven por codicia y no por el bien común.
Hablamos de actividades industriales con gran impacto económico y medioambiental, como la acuicultura, minería marina, transporte de mercancías, producción de energía o ciudades que se han levantado sobre el océano. Todo ello bajo la conveniente etiqueta de «economía azul».
Aunque pueda parecer que lo que pase en los océanos no nos afecte directamente, la verdad es que su explotación impactará en nuestro futuro, tendrá un efecto en nuestra comida, en la energía, en la biodiversidad y en las extinciones de las especies.
– Quitando subvenciones a la pesca e imponiendo severas restricciones medioambientales para desincentivar las iniciativas particulares, igual que con la agricultura, y echar del mercado o adquirir a los pequeños productores marinos.
– Promoviendo la «gobernanza internacional» de los recursos marinos, cambiando la legislación sobre la gestión de las aguas internacionales.
– Sensibilizando a la población con campañas mediáticas y contenidos audiovisuales que favorezcan «la protección de los océanos» a cambio de monopolizar su gestión y explotación.